Bloglovin

miércoles, 7 de noviembre de 2012


ASISTIDA

Recuerdo que de madrugada, cuando era niña y no podía dormir, recorría el pasillo de puntillas, lentamente, procurando no hacer ruido, y me acercaba hasta vuestra puerta, que siempre dejabais un poco entreabierta. Llegaba nerviosa, me sentaba en el suelo con las rodillas en el pecho y ponía toda mi atención en escuchar, procurando distinguir vuestras respiraciones. Cuando lograba calmarme, al primero que reconocía era a papá, por sus ronquidos. A ti era más difícil descubrirte. Eran sólo unos segundos pero esa espera siempre me hacía temer lo peor. Cuando me costaba más de lo habitual, inspiraba fuerte y aguantaba la espiración para tener un momento de absoluto silencio. Si aún así no lograba oírte, cerraba los ojos con fuerza y justo antes de que entrara en pánico, aparecías. Tu respiración era pausada, suave y contagiosa. Entonces procuraba seguir el ritmo que marcabas, contaba hasta diez y volvía a la cama para seguir durmiendo.
Ahora tu respiración ya no es suave, sino entrecortada, torpe, difícil. Te han puesto un aparato para ayudarte y  él dicta tu ritmo con un ruido que me impide escucharte. He aguantado la respiración y cerrado con fuerza los ojos pero ya no puedo encontrarte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario