El adjetivo que más escucha Hugo para definirle es “grande”. El osezno destaca
por su enorme tamaño y, comparado con sus dos hermanos, es el doble de alto.
La primera vez que Hugo escucha ese calificativo es pocos
días después de nacer, al intentar salir por primera vez de la osera por la
puerta de los niños. Sus hermanos abandonan la cueva sin dificultad, pero cuando
le toca el turno a él, se queda atascado.
Desde el exterior, sus hermanos estiran de sus brazos con fuerza y mamá oso
empuja desde dentro hasta que, después de unos segundos, logran sacarlo.
-“Qué grande eres”.- Le dice su mamá con ternura. “Tendré
que ampliar la puerta”.
Desde entonces, casi a diario alguien le recuerda su tamaño
como si fuera un problema.
A los oseznos les encanta jugar, correr y trepar. En una
ocasión, intentando seguir a sus hermanos hasta lo alto de un pequeño roble, éste
no aguanta el peso y se desploma, dando con los tres pequeños en el suelo. Por
fortuna caen sobre un manto de hojas y no se hacen daño.
En el colegio todos evitan a Hugo durante el recreo. Cuando
intenta jugar al balón lo rompe con sus enormes zarpas, en el pilla-pilla es
muy lento y si participa en el escondite,
le resulta muy complicado ocultarse.
Hugo, además de enorme, es un oso muy dulce, bonachón y cariñoso. Le encanta el contacto físico, pero tiene
tanta fuerza que cuando abraza a sus amigos, les deja sin respiración.
Estos inconvenientes provocados por su volumen hacen que
Hugo desee ser más pequeño y parecerse más a sus hermanos.
Todo cambia un día de lluvia y viento, de camino a la
escuela, cuando una enorme rama se desprende de un árbol justo encima de los
oseznos. Hugo logra atraparla antes de
que caiga sobre sus hermanos, librándolos de un buen golpe.
-“Menos mal que eres grande y fuerte”.- Le dicen sus
hermanos agarrándose fuerte a él.
Ese mismo día, ya en el cole, en clase de gimnasia juegan por
primera vez a balonmano. Hugo prueba como portero. Al principio es un poco
torpe porque le cuesta coordinar su cuerpo, pero al final logra parar un montón
de goles y consigue que su equipo gane el partido. Desde ese día entrena muy duro
y se convierte en un extraordinario guardameta. Además, gracias al ejercicio
consigue controlar su cuerpo y su fuerza, por lo que en el patio vuelve a jugar
al balón, al pilla-pilla y al escondite con sus amigos, a quienes ya puede
abrazar sin miedo.
A día de hoy le siguen comentando: “qué grande eres”, pero con
un significado totalmente distinto, haciendo referencia de manera muy positiva a
su fortaleza interior.
Hugo ya no se lamenta de su envergadura, sino que, por el
contrario, se siente afortunado y orgulloso de ser tal y como es.