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sábado, 1 de octubre de 2016

EL RENACUAJO MARTIN

Martín es un renacuajo feliz. Siempre está sonriendo y lo que más le gusta es nadar y jugar con sus hermanos y el resto de animales que viven en el río. Como ha nacido el más pequeñito, todos le cuidan y apoyan para protegerlo de cualquier posible problema.

Cuando cuentan con tres semanas de vida, los hermanos de Martín comienzan a salir a la superficie en busca de comida y nuevas aventuras.

La primera vez que Martín intenta seguir a sus hermanos fuera del agua, se da cuenta de que no respira bien.  Procura coger aire abriendo mucho la boca, pero comprueba que no puede. Su padre, que se encuentra vigilando a los pequeños, se acerca a Martín y lo acompaña de nuevo al agua, donde se recupera de manera inmediata. Al día siguiente, el pequeño Martín prueba de nuevo, pero debe regresar al río rápidamente.  Después de varios intentos fallidos, deciden ir al médico. Allí le someten a un estudio completo: le auscultan, le hacen radiografías y análisis de sangre. Al final, la doctora les informa de que Martín tiene un problema en los pulmones y que, por ese motivo, es incapaz de respirar en tierra. En el agua, les explican, respira por la branquias y por eso no tiene problema, pero en la superficie necesita los pulmones.

-La única solución es operar para remediar el problema- sentencia la doctora.
-Me da mucho miedo operarme- le dice Martín a su papá.
-Lo pensaremos bien y le daremos una contestación lo antes posible- responde el padre de Martín a la médico.
-Cuanto antes hagamos la intervención mejor, porque de pequeños es más fácil la recuperación- apunta ella.
Martín y su papá regresan a casa nadando, pensando en lo que les acaban de comunicar.
-Papá, yo soy feliz en el agua y no creo que necesite operarme…
-Hijo mío, tus hermanos están empezando a salir a tierra y llegará un momento en el que pasen muy poco tiempo en el agua, así es que apenas los verás.
 Martín se pone triste pensando en que no podrá ver, jugar y charlar con sus hermanos.

Días después de la visita al médico, Martín nada por el río, sin rumbo, intentando poner en orden todas sus dudas.
Por el camino se encuentra con Andrea la madrilla.

-¿Qué te pasa, Martín, que ya no sonríes?- le pregunta.
-Que tengo un problema en los pulmones y no puedo respirar en la superficie. Tendría que operarme para solucionarlo, pero me da mucho miedo.
-Entonces no te operes, ¿qué problema hay?
-Que toda mi familia sí respira bien y dentro de poco dejarán de regresar al agua.
-Si quieres te puedes quedar con nosotras y así no hace falta que pases por quirófano.
-Muchas gracias por la oferta, Andrea. Lo tendré en cuenta.

Martín esboza una ligera sonrisa contemplando la alternativa de quedarse con la familia madrilla en el agua, pero enseguida recuerda que no volverá a ver a sus hermanos con tanta continuidad y se pone melancólico.
El renacuajo emprende de nuevo su marcha y al cabo de un buen rato se topa con David el mejillón.

-Te veo cabizbajo, Martín- dice David. Me ha contado Andrea tu problema- Yo me operaría sin dudarlo. Me encantaría tener la opción de vivir entre el agua y la tierra. Tú dispones de una gran oportunidad de poder ver mundo y adquirir nuevas experiencias.
-Pero la intervención tiene riesgos y me da miedo- contesta Martín.
-Bueno, a veces hay que asumir ciertos riesgos para lograr lo que uno quiere…
-Te agradezco el consejo, David.

Pensando en lo que le ha señalado David, Martín continúa nadando y se encuentra con la otra familia de ranas que vive cerca de la suya. Acaban de tener renacuajos y todos juguetean alegremente. Martín se une a ellos y, mientras se divierte con ellos, confirma que en el agua es muy feliz.

De vuelta a casa, dando vueltas a las recomendaciones de Andrea y David y recordando las sensaciones que ha vivido con los renacuajos, Martín le comenta a su padre que no tiene clara su decisión. Pasan los días y sus hermanos, durante las comidas, cuentan las experiencias que cada día viven en tierra, todas las peripecias emocionantes que van adquiriendo. Poco a poco, Martín, que ya se ha convertido en rana, se da cuenta de que en el agua está cómodo y seguro, pero siente que comienza a tener nuevas necesidades. En ese momento, le comunica a su padre que se quiere someter a la operación.

La intervención sale perfecta, pero le explican que tendrá que aprender a respirar en tierra de manera paulatina. Cada día, Martín aumenta un poco el tiempo de estancia en la superficie para que sus pulmones se vayan acostumbrando. Sus hermanos le acompañan siempre para ver cómo evoluciona. Los primeros días, Martín sale agarrado a la espalda de su padre. Como todavía no tiene independencia, se dedica a observar con detalle todo lo que ocurre a su alrededor y desarrolla una gran habilidad para contar las historias que viven los demás. Al cabo de un mes, Martín respira ya perfectamente, pasa más tiempo en tierra acumulando nuevas y propias vivencias y recupera su característica sonrisa. Además, una vez por semana se junta dentro del agua con Andrea la madrilla y David el mejillón a quienes narra, con gran pericia, las historias que él y sus hermanos viven en el exterior. Sus amigos disfrutan muchísimo de los relatos que  Martín, el renacuajo ya convertido en rana, les regala todas las semanas porque gracias a sus certeras descripciones, son capaces de trasladarse, por un momento, a un mundo distinto al suyo.


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