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viernes, 26 de octubre de 2012


LA NÚMERO 12

La primera, hace justo un año, fue como un latigazo directo al corazón. Me puse a llorar de manera desconsolada y la guardé como si fuera una reliquia, un preciado tesoro.
La  segunda, un mes después,  todavía dolió. Un poco menos, pero dolió. Con la tercera llegó el enfado. Hasta la séptima, este sentimiento fue aumentando de manera paulatina hasta convertirse en  rabia con la octava. Con la novena directamente te odié y después llegó la indiferencia, que se mantuvo entre la décima y la undécima. Hoy, al abrir el buzón, me he encontrado la última y aprovechando que he visto al cartero, le he rogado que haga lo imposible para que no me lleguen más cartas a tu nombre. Me ha pedido la número doce, pero no se la he dado. Con ella en la mano, he subido a casa, he abierto el cajón de la mesa de la cocina y la he juntado con las otras once. Después, las he sacado todas,  las he atado  con una goma y les he prendido fuego en el fregadero, mientras me tomaba una copa de vino disfrutando del espectáculo.


jueves, 18 de octubre de 2012


RELLAMADA

Sonaba con insistencia dentro de mi bolso, entre todas las cosas que voy metiendo sin consideración, como si fuera un saco sin fondo. Antes de que lograra sacarlo, el tono de llamada ya había cesado. Normal. Cuando por fin lo tuve en mis manos, miré la pantalla y me quedé paralizada. Era tu número. Sentí que se me aflojaban las piernas y tuve que sentarme en un banco cercano mientras seguía mirando fijamente la pantalla del teléfono, en la que aparecía, en mayúsculas, tu nombre.
Todavía no lo había borrado. Ni siquiera me lo había planteado.
Cuando recobré un poco la serenidad, aunque todavía un poco desconcertada, en un acto casi reflejo  saqué el valor justo para apretar el botón de rellamada y colocarme el auricular en la oreja.
Noté que se me cortaba la respiración. Después de lo que supongo que serían apenas unos segundos, y antes de que me diera cuenta, una voz preguntó:
-¿Mercedes?
Al oírla, recuperé el aliento de golpe.
-¿Ma---má?- Alcancé a decir- ¿Por qué me llamas desde el teléfono de papá?
-Ah, bueno, porque todavía no lo he dado de baja y el mío se había quedado sin batería…

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