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domingo, 6 de noviembre de 2016

HUGO EL GRANDE


El adjetivo que más escucha Hugo  para definirle es “grande”. El osezno destaca por su enorme tamaño y, comparado con sus dos hermanos, es  el doble de alto.
La primera vez que Hugo escucha ese calificativo es pocos días después de nacer, al intentar salir por primera vez de la osera por la puerta de los niños. Sus hermanos abandonan la cueva sin dificultad, pero cuando le toca el turno a él,  se queda atascado.  Desde el exterior, sus hermanos  estiran de sus brazos con fuerza y mamá oso empuja desde dentro hasta que, después de unos segundos, logran sacarlo.
-“Qué grande eres”.- Le dice su mamá con ternura. “Tendré que ampliar la puerta”.
Desde entonces, casi a diario alguien le recuerda su tamaño como si fuera un problema.
A los oseznos les encanta jugar, correr y trepar. En una ocasión, intentando seguir a sus hermanos hasta lo alto de un pequeño roble, éste no aguanta el peso y se desploma, dando con los tres pequeños en el suelo. Por fortuna caen sobre un manto de hojas y no se hacen daño.
En el colegio todos evitan a Hugo durante el recreo. Cuando intenta jugar al balón lo rompe con sus enormes zarpas, en el pilla-pilla es muy lento  y si participa en el escondite, le resulta muy complicado ocultarse.
Hugo, además de enorme, es un oso muy dulce, bonachón y  cariñoso. Le encanta el contacto físico, pero tiene tanta fuerza que cuando abraza a sus amigos,  les deja sin respiración.
Estos inconvenientes provocados por su volumen hacen que Hugo desee ser más pequeño y parecerse más a sus hermanos.
Todo cambia un día de lluvia y viento, de camino a la escuela, cuando una enorme rama se desprende de un árbol justo encima de los oseznos. Hugo logra atraparla  antes de que caiga sobre sus hermanos, librándolos de un buen golpe.
-“Menos mal que eres grande y fuerte”.- Le dicen sus hermanos agarrándose fuerte a él.
Ese mismo día, ya en el cole, en clase de gimnasia juegan por primera vez a balonmano. Hugo prueba como portero. Al principio es un poco torpe porque le cuesta coordinar su cuerpo, pero al final logra parar un montón de goles y consigue que su equipo gane el partido. Desde ese día entrena muy duro y se convierte en un extraordinario guardameta. Además, gracias al ejercicio consigue controlar su cuerpo y su fuerza, por lo que en el patio vuelve a jugar al balón, al pilla-pilla y al escondite con sus amigos, a quienes ya puede abrazar sin miedo.
A día de hoy le siguen comentando: “qué grande eres”, pero con un significado totalmente distinto, haciendo referencia de manera muy positiva a su fortaleza interior.

Hugo ya no se lamenta de su envergadura, sino que, por el contrario, se siente afortunado y orgulloso de ser tal y como es.

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