TANATOPRAXIA
Mientras saludaba de manera mecánica a todas las personas que pasaban delante de ella, no
podía dejar de mirarle la cara. No podía apartar la vista de su rostro. No lo
reconocía. En ese momento no podía pensar en otra cosa. Estaba tan confusa y
aturdida por todo lo que había sucedido en las últimas horas que apenas le
había dado tiempo de asimilarlo mínimamente. Y ahora no dejaba de pensar en
quién se había encargado de hacerle eso a él en su despedida.
En eso andaba absorta cuando de repente se acordó de la fotografía
que le habían pedido por la mañana y que sacó de manera precipitada de un cajón
sin prestarle demasiada atención. Era una instantánea tomada años atrás, en la
boda de un primo, en la que él estaba
sentado a la mesa. Entonces estaba más gordo, tenía más pelo y por lo que
recordaba debía de estar diciendo algo en el momento justo de la captura porque
tenía un gesto poco habitual en la cara. El mismo gesto que, ahora entendía,
habían intentado reproducirle.
Su padre nunca había sido un hombre muy presumido, pero
desde luego hubiera estado de acuerdo con ella en que el resultado no era el
más adecuado. Sonrió al pensar en que él le hubiera reñido por haberles
proporcionado esa foto.
Cuando llegó a casa, exhausta, encendió el ordenador e
introdujo en el buscador los términos difunto y maquillaje. Enseguida obtuvo la
palabra que estaba buscando: Tanatopraxia.
Me gustan mucho tus relatos Paula. Sigue escribiendo.
ResponderEliminarMuy bueno Paulich!!!
ResponderEliminarBuenísssssssimo!!!!!
ResponderEliminarNo conocia ésta faceta tuya. Me ha encantado!!!
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